CÓRDOBA EN MAYO
Como un ejemplo más del desbordamiento de los sentimientos en el Sur, que cuando aparecen en su estado original se parecen a un torrente inacabable, Mayo en Córdoba es la imagen perfecta del derroche de lo andaluz. Desde el primer día en que una rosa explota en fragancias por los aires, la ciudad se coloca el traje de fiesta, el de la primavera estimulante y casi pagana, y modifica el escenario de la cotidianeidad.
Mayo explota con elegancia de jardín en la ciudad de Córdoba y se instala en las cruces de sus plazuelas, en las macetas de sus patios, en la algarabía de sus casetas de Feria, en las gargantas de sus cantaores o en el redondel del albero, donde surgieron los califas del toreo. Si hubiera que hacer una descripción de la alegría de un pueblo a los antropólogos no les quedaría más remedio que venir a Córdoba por el mes de Mayo, el tiempo escogido por esta ciudad para despedirse del curso que finaliza y prepararse para los meses de estío, cuando los cordobeses se desentienden de todo porque todos los frentes se destinarán a la lucha contra el calor. Pero mientras dure Mayo, mientras los azahares modifiquen hasta el olor de una ciudad, Córdoba será la gran dama de Andalucía, filósofa y cantarina, que entrega todo lo mejor de sí vestida de fiesta.
El Concurso de las Cruces de Mayo es como el pistoletazo de salida en este desvarío festivo del mes. Reducto de una religiosidad atada a la noche de los tiempos, las cruces se levantan, cuajadas de flores, en las plazas, pasajes y recintos abiertos, adornados con la naturaleza que el mes de Mayo proporciona además de con mantones de manila, colchas multicolores y sabiduría popular.
Asociaciones de Vecinos y Peñas son las entidades encargadas de hacer de Córdoba un escenario de película y llenar la calle de fiesta. El recorrido se suele hacer de noche, cuando Córdoba se torna mágica y el vino es un compañero que convierte en bailes y canciones cualquier atisbo de soledad. Y en cualquier rincón, una guitarra suena y una garganta canta una pena convertida en arte.
Las romerías en Córdoba tienen nombre propio: Santo Domingo y Linares. La primera de ellas tiene su copla obligada, original del compositor Ramón Medina, que indica la fecha de su celebración: 'Caminito de Santo Domingo te vi una mañana florida de Abril...'. Santo Domingo de Scala Coeli es un convento de dominicos, a seis kilómetros de la ciudad, y su efeméride está ligada al recuerdo de San Álvaro de Córdoba. El santuario de Linares, donde se celebra la otra romería el primer domingo de Mayo, está situado a las afueras de la ciudad y tiene relación con la conquista de Córdoba por parte de San Fernando. La Virgen de Linares es, según la tradición, la que el rey portaba sobre su caballo cuando conquistó Córdoba. El perol cordobés es la típica comida de ambas romerías.
Acabado el concurso de Cruces, comienza el Festival de los Patios Cordobeses, la segunda eclosión festiva del Mayo cordobés en donde la hospitalidad se hace estética. Los dueños de las casas con patios, cuajados hasta lo imposible de flores, macetas, pozos y cal los abren al visitante para que éste disfrute con estos reductos de las casas típicas cordobesas, enclavadas en los barrios más añejos, como San Agustín, San Lorenzo, La Judería o San Basilio. Junto a los Patios, en las calles y plazas cercanas, el Ayuntamiento organiza festivales y actuaciones, donde el cante y las sevillanas ayudan a pasar el bochorno de las noches de Mayo, que ya comienza a ser caluroso.
La Feria de Nuestra Señora de la Salud se celebra a finales de Mayo, en torno a la fiesta de la Virgen que da nombre a este evento, colofón y cierre del Mayo florido y alegre de Córdoba. Enmarcada al estilo de las ferias andaluzas, las casetas, el paseo central y la Calle del Infierno le suelen dar el cuerpo y contenido de la misma. A diferencia de otros lugares de Andalucía, las casetas de la Feria cordobesa suelen ser abiertas a todo tipo de público.
El paseo de caballos, los trajes de faralaes, las sevillanas y el vino suelen ser ingredientes de la Feria que, como las del resto del país, ha perdido un tanto su origen, basado en las transacciones de ganado, mercado que actualmente se celebra en el extrarradio de la ciudad.
Acabado el concurso de Cruces, comienza el Festival de los Patios Cordobeses, la segunda eclosión festiva del Mayo cordobés en donde la hospitalidad se hace estética.
Los dueños de las casas con patios, cuajados hasta lo imposible de flores, macetas, pozos y cal los abren al visitante para que éste disfrute con estos reductos de las casas típicas cordobesas, enclavadas en los barrios más añejos, como San Agustín, San Lorenzo, La Judería o San Basilio. Junto a los Patios, en las calles y plazas cercanas, el Ayuntamiento organiza festivales y actuaciones, donde el cante y las sevillanas ayudan a pasar el bochorno de las noches de Mayo, que ya comienza a ser caluroso.
Córdoba celebra, cada tres años, uno de los espectáculos más definitorios de su idiosincrasia y personalidad: el Concurso Nacional de Arte Flamenco, espaldarazo de calidad para las figuras del cante, el baile y la guitarra.
También es símbolo de la calidad cultural cordobesa el Gran Teatro, recinto que acoge anualmente, durante el verano, el Festival de la Guitarra y que en su haber cuenta con la producción de espectáculos propios que van desde el flamenco hasta la ópera.
El Teatro de la Axerquía, otro recinto municipal para las noches del verano, completa la oferta de salas cordobesas públicas, que a veces se alarga hasta los Jardines del Alcázar, donde oír el lenguaje de las guitarras supone la cercanía del éxtasis.